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Anecdotario

A los 8 años: Recuerdo que una vez mi madre se enojó mucho conmigo por no hacer la tarea y me gritó frente a todos. Eso me hizo sentir que no era lo suficientemente bueno y que siempre podía fallar. Hoy, todavía tengo miedo de cometer errores y me cuesta confiar en mis habilidades.

A los 10 años: Mi padre desapareció por semanas sin explicación, y cuando volvió, parecía que nada había pasado. Esa ausencia constante me hizo sentir que no podía contar con nadie, y ahora tengo dificultades para formar relaciones estables y confiar en las personas.

A los 12 años: En una pelea familiar, mi madre me culpó por todo y me hizo sentir que era el problema de la familia. Esto me llevó a tener baja autoestima y a sentir que no merezco cosas buenas en la vida adulta.

A los 14 años: Comencé a buscar aceptación en amigos que no eran los mejores, porque en casa no encontraba apoyo. Esto me llevó a tomar decisiones equivocadas y a tener problemas con la autoridad en la escuela y en la vida.

A los 16 años: Una vez, mi padre me golpeó por una pelea con un hermano. Esa violencia física y emocional me dejó con miedo y una sensación de inseguridad que todavía arrastro en mis relaciones.

A los 17 años: Sentí que no podía hablar con nadie sobre lo que pasaba en casa, así que guardé todo dentro. Esto me llevó a sentirme solo y a desarrollar una tendencia a reprimir mis emociones, lo que ha afectado mi salud mental.

A los 18 años: Cuando intenté buscar ayuda profesional, me sentí avergonzado y no confiaba en que alguien pudiera entenderme. Esto retrasó mi proceso de sanación y me hizo sentir aún más aislado.

A los 20 años: Empecé a tener problemas para mantener relaciones amorosas, porque siempre esperaba que las personas me abandonaran o me lastimaran, como en mi familia. Esto ha dificultado que construya vínculos profundos y sanos.

A los 22 años: La inseguridad y la falta de autoestima me llevaron a tomar decisiones impulsivas, como cambiar de trabajo o de ciudad sin pensar en las consecuencias. Esto ha afectado mi estabilidad emocional y económica.

A los 24 años: Ahora, en mi vida adulta, todavía lucho con la confianza en mí mismo y con el miedo a ser abandonado. La falta de apoyo y las heridas no sanadas de mi infancia siguen influyendo en cómo me relaciono con el mundo y en mi bienestar emocional.